Para alcanzar el éxito, primero hay que fracasar
- El error sirve para el aprendizaje y la evolución de la persona si se analiza y se hace un plan de mejora
- Desde la escuela y desde casa, es importante educar a los niños para que sean tolerantes a la frustración
"He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido más de 300
partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y fallé. He fallado una
y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito". Son palabras de Michael Jordan, una de las estrellas del Baloncesto mundial, leyenda
indiscutible de todos los tiempos. No fue sólo su talento lo que le llevó a ser
uno de los grandes, sino también su filosofía de vida, aquélla que decía que la
clave del éxito es el fracaso.
"El fracaso es
una asignatura obligatoria para el éxito duradero", asegura a EL MUNDO el
coach Enrique Jurado, experto en Inteligencia Emocional, director de D'Arte
Coaching y fundador de Gente Brillante. "La única razón por la que
fracasamos es porque al menos nos permitimos seguir creciendo. No hay ninguna
especie en el planeta que lo haga todo bien. El error es parte del crecimiento
y la evolución", añade.
Seis son al menos son los motivos que da este
profesional de lo positivo que puede ser cometer fallos. Te vuelves más
inteligente: el error te permite analizar la situación y aprender de ella pues
el éxito a la primera no genera análisis; desarrollas una mayor capacidad de
aprendizaje; desarrollas tu memoria; te motivan a seguir aprendiendo; incitan
nuevas conexiones neuronales en el cerebro y lo vuelven más activo y ejercitas tu
capacidad de resistencia.
Sin embargo, aceptar que nos hemos equivocado no es
sencillo, algo hemos hecho mal y seguramente, hubiésemos querido que no
ocurriera. Por ello, lo mejor es considerar el error como un reajuste.
"Todos los grandes maestros pulen su arte (el que sea) a base de cometer
errores y corregir. Es absolutamente hilarante pensar que uno se va a convertir
en maestro de nada sin equivocarse", sostiene Mila Cahue, doctora en
Psicología y autora de los libros Amor del bueno y del recientemente publicado,
El cerebro feliz (Paidós Divulgación).
La clave de todo, está en cómo se
interpreta ese error. La diferencia está en eso. Es decir, "algunos
interpretan el error como fracaso y, dependiendo de lo que éste signifique para
ellos, lo disimularán, o echarán la culpa a otros. Quienes saben relativizarlo
y asumirlo lo entienden como una parte en el camino de su perfeccionamiento
personal", aclara. Así, el error más grande no consiste en cometerlo, sino
en no enmendarlo. "Meter la pata y no sacarla te deja en el agujero para
siempre. Pero si eres capaz de reírte, y corregir, el éxito está asegurado. En
lo que sea", añade la experta en Psicología.
Cómo aceptar los errores
No cabe duda de que
los errores están muy mal vistos en la sociedad. "El error es maravilloso,
pero cultural y socialmente está muy penalizado. Nos hemos creído a pies
juntillas la fórmula de 'valor=resultados', y por eso odiamos fallar. Y la
tensión que nos genera el fallo nos lleva a seguir fallando. Si eliminásemos la
tensión, el aprendizaje sería mucho más rápido y efectivo", mantiene el
experto. Pero más castigado aún están los errores que se cometen en temas
nucleares como el trabajo, familia, pareja, amigos. "Hay unas expectativas
que según este profesional, son absolutamente irreales y obsesivas sobre nuestra
perfección, y de esto tiene mucha culpa, los modelos ideales que nos están
inyectando a través de la TV, Internet o el cine. Hollywood nos ha hecho mucho
daño", aclara.
Por ello, cuando cometemos un fallo lo primero que debemos
de hacer es aceptar el dolor, como parte natural del proceso de aprendizaje. De
este modo, y según explica Jurado, una vez le das sentido, y dejas de lado el
juicio, va a ser muy sencillo seguir adelante hasta que alcances tu deseo o
meta. Lo importante por tanto, es reconocer estos fracasos como parte
fundamental del éxito a largo plazo, y no quedarse con el dolor temporal, sino
con el triunfo y la felicidad duradera.
Para entenderlo mejor, Jurado alude a
Tim Gallwey, el padre del Coaching moderno. Éste decía que el verdadero aprendizaje
se realiza de una forma efectiva y con los mejores resultados, al eliminar toda
interferencia interna, es decir, todo juicio. De este modo, los bebés al
aprender a caminar o a hablar, no reciben ninguna instrucción, y sin embargo
aprenden casi de un día para otro, porque carecen de juicio interior.
Simplemente, se guían por su deseo natural de crecimiento y evolución (caminar,
hablar), y el instinto les lleva a 'intento+corrección'. Así, en apenas unas
semanas aprenden dos de las más complejas habilidades humanas, sin ninguna
instrucción.
Lo mismo sucede en el
ámbito educativo. Aunque suene paradójico, incluso cínico, a veces es bueno
suspender. Uno, para no dar nada por hecho y dos, para poder saborear y
apreciar mejor los éxitos.
No estamos diciendo que el suspenso en sí sea bueno,
nada de eso, sino que "el suspenso, como cualquier error, forma parte del
proceso de aprendizaje, por tanto será bueno siempre y cuando, seamos capaces
de hacer una análisis reflexivo de ese error: valorarlo, reflexionar, hacer un
plan de mejora", afirma el orientador educativo Jesús Zapatero Herranz,
miembro de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía (AAPS).
Pero sobre todo,
equivocarse es bueno por algo mucho más importante que todo lo demás: para que
sean tolerantes a la frustración. Hay alumnos que no están acostumbrados a
suspender y luego, bien en la Universidad o después en el trabajo, comenten
fallos que les cuesta aceptar. "La tolerancia a la frustración es muy
importante para la vida, forma parte del desarrollo de la personalidad y, según
estudios muy rigurosos, tiene un peso decisivo en el devenir de cada
persona", sostiene Zapatero.
Por ello, es imprescindible recordar
"que no solo debe ser la escuela la que forme a los niños y niñas para que
sepan gestionar bien emociones como la frustración, sino que es fundamental el
papel de las familias", concluye.
MPC Coaching
mpccoachingcontacto@gmail.com
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