29 de diciembre de 2020

Estar Dispuesto...


En medio de tu océano vital se encuentran tus aciertos, tus errores, tus aprendizajes y el estímulo de tu memoria emocional; somos producto de nuestra propia leyenda, la que vamos forjando día a día comprendiendo que somos parte de un planeta que sostiene nuestras ideas. Hoy en día, en los comienzos de este nuevo milenio, nos encontramos con la encrucijada de valores más ambiciosos que el ser humano haya podido alcanzar.: Y debemos Estar dispuesto.

Necesidades fisiológicas, seguridad, pertenencia, reconocimiento, autorrealización... Hemos desarrollado entramados complejos para satisfacer cada una de estas necesidades. Superado el concepto de “bienestar”, aparece un nuevo concepto que dificulta la consecución y las necesidades desde el bienestar: El “egoexito”. El egoexito es la consecución de tus logros sin armonizar con los de los demás.

Vivimos en un planeta sostenible, donde las emociones debes ser también sostenibles... Todo enlaza con todo... Hay una cuerda invisible, metafísica, que une cada uno de los aciertos y todas nuestras experiencias: sincronía emocional….Es el pulso y el latido de nuestro planeta, alimentado por los estímulos vitales de todos los seres vivos….Entonces… ¿Cómo podemos desear el éxito personal sin pensar en el de los demás?

Durante los seminarios que imparto desarrollamos estrategias personales para trabajar nuestro ego, desde la creencia de que es sano cuidarse y pensar en uno mismo: ”Cuídate a ti mismo para poder cuidar a los demás”. Esta es el ego positivo vinculado a la alta autoestima. Este ego es sano, útil, vivencial, nos ayuda a fortalecernos y comprender la importancia que tenemos para nosotros y nuestro entorno.

Ser el centro de nuestro universo es admirable, pero no lo confundamos con ser “el ombligo del mundo”. Pensar que solo “lo nuestro es importante” y que debemos encontrar solución a nuestro deseos sin escuchar a nuestros semejantes es practicar una postura antiempatica, nada asertiva e inmadura. Reproducimos de mayores actos infantiles como “lo quiero todo” y “”si no lo tengo, pataleo, pataleo hasta conseguirlo…” Demasiados casos en mi vida profesional y personal en el que vuelvo a encontrarme con los “niños impertinentes “que no deja de ser una parte de nuestro niño interior.

El egoexito no es sostenible, es destructivo: Tener a toda costa, conseguir para acumular, amasar para regocijarse, implantar para liderar autocráticamente, sabotear por pura envidia, desconfiar por no saber delegar, utilizar la energía negativa para desestabilizar la sinergia de un equipo, actuar desde los roles subversivos por miedo a que nos conozcan nuestra parte oculta,…Y así hasta describir cada una de las posturas reactivas que un adulto puede llevar a cabo en pos de su propio beneficio.

¿Y qué podemos hacer frente al egoexito? Abogar por el éxito compartido….estar dispuesto.

Estar dispuesto a compartir las ideas brillantes para transformarlas en brillantes ideas con luz propia.

Estar dispuesto a elevar nuestro nivel de conciencia para aprender de nuestros errores asumiéndolos como parte del proceso de aprendizaje.

Estar dispuesto a confiar en los demás dando lo mejor de nosotros sin esperar nada a cambio.

Estar dispuesto a entender las crisis como oportunidades para el cambio y positivar cada minuto de nuestra vida.

Estar dispuesto a experienciar desde el “aquí y ahora” compartiendo nuestra mesa con aquel que quiera cooperar contigo.

Estar dispuesto a vaciar la mochila de creencias irracionales y a caminar sin miedo, miando al frente y al firmamento.

Estar dispuesto a llevar el timón de nuestra vida moviendo las velas con el poder de nuestras emociones.

Estar dispuesto a valorar a cada semejante con el que trates entendiendo su manera de ver el mundo sin filtrarlo por tu propia percepción del tuyo: apertura mental.

Estar dispuesto a sonreír, a disfrutar de cada momento con el sentido del ritmo de tu propio corazón.

Estar dispuesto a facilitar a los demás, entrena tus herramientas para un día compartirla con tus hijos, amigos, compañeros de trabajo. No esperes nada a cambio, la vida te depara una hermosa sorpresa.

Estar dispuesto a dejar un legado a la humanidad basado en el conocimiento que has acumulado a lo largo de los años: los años benefician la sabiduría….usa el lenguaje oral para contar tus experiencias.

¿Estás dispuesto?


MPC Coaching 

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11 de diciembre de 2020

Ser Felices


Todos queremos ser felices. Es un anhelo natural de todo ser humano, nuestro derecho y nuestra responsabilidad. Para ello primero debemos definir qué es para nosotros la felicidad. En ocasiones, por el desenfreno en que vivimos no sacamos tiempo para hacer una introspección de lo que es nuestra vida en estos momentos. A veces no sabemos si somos felices o no y preferimos seguir viviendo en una mentira. Por comodidad o por miedo no tomamos las decisiones necesarias para liberarnos del sufrimiento, y hasta llegamos a pensar que el sufrimiento es lo natural. 

Un Coach de Vida puede ayudarte a encontrar la definición de lo que es la felicidad para ti. En el trabajo con tu Coach a través de preguntas abiertas podrás descubrir lo que te hace feliz. Las personas que no se animan a contratar los servicios de un Coach, podrían tomar como referencia lo que los máximos exponentes del Budismo dicen acerca de lo que es la felicidad. El Dalai Lama, líder espiritual del Budismo Tibetano, expone que las personas no han llegado a reconocer que la felicidad es un estado mental y que está en su interior. Lo único que hace falta es poner de nuestra parte para entrenar la mente y cambiar la actitud hacia los eventos y circunstancias que se presentan en nuestra vida. La felicidad es un arte que exige voluntad y práctica. 

Si logramos mantener un estado mental sereno y pacífico, podemos ser felices aunque los retos del diario vivir nos hagan pensar lo contrario. La disciplina interna de la reflexión puede ayudarnos a transformar nuestras actitudes y modos de ver la vida. Esta disciplina consiste en identificar todos aquellos elementos que nos llevan al sufrimiento y aquellos que nos conducen a la felicidad. 

Por otro lado, el Sensei (maestro) Daisaku Ikeda, Presidente de la Sokka Gakai (Sociedad para la Creación de Valores – Budismo de Nichiren Daishonin), expone que hay dos tipos de felicidad: 

La primera es la felicidad relativa. Esta es la que depende de las objetos externos como el dinero, las posesiones materiales, nuestra familia, los amigos, el trabajo, el carro, entre otras. Cuando una de éstas no está satisfecha o se altera, nuestra felicidad se hace añicos y nos sumergimos en un estado de frustración y desesperanza que altera nuestra existencia. Esto se debe a que no hemos entendido que nada es para siempre, todo es transitorio. 

El segundo tipo de felicidad es la absoluta. Ésta la debemos buscar en nuestro interior. Significa desarrollar una condición de vida en la que nunca seamos vencidos por los retos y en la que el solo hecho de estar vivos significa una fuente de gran alegría. Ikeda dice que “La felicidad no es una vida sin problemas, sino la fortaleza para superar los problemas que se presenten. No existe tal cosa como una vida libre de problemas; las dificultades son inevitables. Pero la manera en la que experimentamos y reaccionamos a nuestros problemas depende de nosotros.” 

Hay cuatro componentes que nos ayudan a desarrollar el arte de la felicidad: 

- Tener una práctica espiritual activa. 
- Cultivar diariamente nuestros estados mentales positivos. 
- Erradicar los estados mentales negativos. 
- Cultivar la compasión. 

Para ser felices, es necesario trabajar diariamente para ello y tomar acción, ya que sin acción, nuestros deseos se pueden convertir en ilusión.


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9 de diciembre de 2020

Coaching para la Pequeña y Mediana Empresa (PyME)

Al inicio de mi actividad como coach para la pequeña y mediana empresa (PyME), hace ya casi un par de años, me contrató una compañía para llevar a cabo un servicio de consultoría y coaching. Se trataba de una escuela de formación que pretendía incrementar las ventas y obtener más rentabilidad a la escuela debido a que empezaba a debilitarse en algunos aspectos económicos.


Habíamos acordado unas sesiones de un par de horas, dos veces por semana y durante algunos meses. Pronto me di cuenta de lo siguiente: cuando coincidíamos, las sesiones no eran tan productivas como yo deseaba. El tiempo pasaba volando y pronto era ya la hora de irme.

De regreso un día a mi casa, me pregunté: ¿qué realmente está sucediendo en las sesiones? ¿Por qué tengo esta sensación de que no estoy realizando correctamente mi trabajo?

Repasé mis notas y descubrí que muchas veces los compromisos a los que llegábamos eran escasos. Nos costaba centrarnos en los temas a tratar y saltábamos de uno a otro de forma constante. “Ricardo”, el gerente de la empresa, tenía la costumbre de hablarme constantemente de su pasión, la influencia de las filosofías orientales en el mundo occidental, y eso restaba siempre tiempo a nuestras sesiones.
Entonces llegó mi dilema: ¿cómo puedo decirle a "Ricardo" que su tema favorito nos estaba impidiendo trabajar según lo acordado, de tal forma que no se sintiera molesto por ello?

Llegó de nuevo el día de la sesión. Como todas las tardes en que nos reuníamos, nos encontramos en su despacho. Empezamos a tratar los temas que habían quedado pendientes en la última sesión. Al cabo de unos minutos, "Ricardo" empezó a hablar de aquellos temas. Otras veces, habría intentado encaminarlo hacia el contenido de las sesiones, pero esta vez decidí no hacerlo. Me callé y simplemente escuché. ¡Así habló durante casi más de una hora!

Durante el proceso, yo me sentía culpable. No obstante, creía que era necesario en cierta manera llevar al límite la situación. Curiosamente, durante esa conversación me comentaba que "a veces sentía que las otras personas no le escuchaban", que "no mostraban interés por sus temas"…

Finalmente, llegó el momento de terminar la sesión, así que le dije asertivamente lo siguiente: “Ricardo, siento interrumpirte, pero me tengo que ir. Por cierto, ¿qué puntos tenemos que tratar la semana que viene?” "Ricardo" se quedó entonces muy serio; tras un largo silencio, me dijo: “Marie, me acabo de dar cuenta que he estado hablando todo el rato de otros temas, excepto de lo que teníamos que hablar. Lo siento….” 

“Ricardo”, le contesté: “tú me has contratado con una serie de objetivos y esperas una colaboración de mi parte. Recuerda que no puedo responsabilizarme yo sola de este proceso, necesito también tu compromiso. Además, me gustaría que para el próximo día pienses en lo siguiente: son varias las veces que me has comentado que los demás no te escuchan, pero ¿qué piensan los demás acerca de tus temas?”. “No lo sé, respondió Ricardo. Quizás yo tampoco los escucho cuando ellos hablan ….”

Bueno, ahora me encantaría deciros, queridos lectores, que desde entonces "Ricardo" se centra únicamente en los temas por tratar en cada sesión y que habla menos y escucha más. Pero lo cierto es que las actitudes no cambian de un día para otro; necesitan un proceso, para unos más y para otros menos. ¿En qué ha cambiado entonces la situación? Ahora es más consciente de lo que pasa y sólo con un gesto, una mirada o una indicación se concentra rápidamente en el tema de interés y me da la libertad de poder ir corrigiendo dicha situación, sin que ninguno de los dos nos sintamos incómodos. Ahora es más fácil establecer y rectificar objetivos, así como establecer compromisos para las próximas sesiones. 

¿Cuáles son aquellas actitudes de vuestros clientes que os gustaría cambiar para poder realizar mejor vuestro trabajo? ¿Cómo han pensado cambiarlas

No existe ninguna fórmula mágica para el cambio de actitudes. Es importante reconocer qué es lo que está pasando, escuchar, observar y entonces decidir cómo vamos a actuar. No siempre se obtendrán resultados garantizados, así que siempre cabe el riesgo de no obtener lo que esperábamos. De cualquier forma, resulta imposible aquello que no se intenta. Siempre estamos a tiempo para rectificar.

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