Al inicio
de mi actividad como coach para la pequeña y mediana empresa (PyME), hace ya
casi un par de años, me contrató una compañía para llevar a cabo un servicio de
consultoría y coaching. Se trataba de una escuela de formación que pretendía
incrementar las ventas y obtener más rentabilidad a la escuela debido a que
empezaba a debilitarse en algunos aspectos económicos.
Habíamos
acordado unas sesiones de un par de horas, dos veces por semana y durante
algunos meses. Pronto me di cuenta de lo siguiente: cuando coincidíamos, las
sesiones no eran tan productivas como yo deseaba. El tiempo pasaba volando y
pronto era ya la hora de irme.
De
regreso un día a mi casa, me pregunté: ¿qué
realmente está sucediendo en las sesiones? ¿Por qué tengo esta sensación de que
no estoy realizando correctamente mi trabajo?
Repasé
mis notas y descubrí que muchas veces los compromisos a los que llegábamos eran
escasos. Nos costaba centrarnos en los temas a tratar y saltábamos de uno a
otro de forma constante. “Ricardo”, el gerente de la empresa, tenía la
costumbre de hablarme constantemente de su pasión, la influencia de las
filosofías orientales en el mundo occidental, y eso restaba siempre tiempo a
nuestras sesiones.
Entonces
llegó mi dilema: ¿cómo puedo decirle a "Ricardo" que su tema favorito
nos estaba impidiendo trabajar según lo acordado, de tal forma que no se
sintiera molesto por ello?
Llegó de
nuevo el día de la sesión. Como todas las tardes en que nos reuníamos, nos
encontramos en su despacho. Empezamos a tratar los temas que habían quedado
pendientes en la última sesión. Al cabo de unos minutos, "Ricardo"
empezó a hablar de aquellos temas. Otras veces, habría intentado encaminarlo
hacia el contenido de las sesiones, pero esta vez decidí no hacerlo. Me callé y
simplemente escuché. ¡Así habló durante casi más de una hora!
Durante
el proceso, yo me sentía culpable. No obstante, creía que era necesario en
cierta manera llevar al límite la situación. Curiosamente, durante esa
conversación me comentaba que "a veces sentía que las otras personas no le
escuchaban", que "no mostraban interés por sus temas"…
Finalmente,
llegó el momento de terminar la sesión, así que le dije asertivamente lo
siguiente: “Ricardo, siento interrumpirte, pero me tengo que ir. Por cierto,
¿qué puntos tenemos que tratar la semana que viene?” "Ricardo" se
quedó entonces muy serio; tras un largo silencio, me dijo: “Marie, me acabo de
dar cuenta que he estado hablando todo el rato de otros temas, excepto de lo
que teníamos que hablar. Lo siento….”
“Ricardo”,
le contesté: “tú me has contratado con una serie de objetivos y esperas una colaboración
de mi parte. Recuerda que no puedo responsabilizarme yo sola de este proceso,
necesito también tu compromiso. Además, me gustaría que para el próximo día
pienses en lo siguiente: son varias las veces que me has comentado que los
demás no te escuchan, pero ¿qué piensan los demás acerca de tus temas?”. “No lo
sé, respondió Ricardo. Quizás yo tampoco los escucho cuando ellos hablan ….”
Bueno,
ahora me encantaría deciros, queridos lectores, que desde entonces
"Ricardo" se centra únicamente en los temas por tratar en cada sesión
y que habla menos y escucha más. Pero lo cierto es que las actitudes no cambian
de un día para otro; necesitan un proceso, para unos más y para otros menos.
¿En qué ha cambiado entonces la situación? Ahora es más consciente de lo que
pasa y sólo con un gesto, una mirada o una indicación se concentra rápidamente
en el tema de interés y me da la libertad de poder ir corrigiendo dicha
situación, sin que ninguno de los dos nos sintamos incómodos. Ahora es más
fácil establecer y rectificar objetivos, así como establecer compromisos para
las próximas sesiones.
¿Cuáles
son aquellas actitudes de vuestros clientes que os gustaría cambiar para poder
realizar mejor vuestro trabajo? ¿Cómo han pensado cambiarlas
No existe
ninguna fórmula mágica para el cambio de actitudes. Es importante reconocer qué
es lo que está pasando, escuchar, observar y entonces decidir cómo vamos a
actuar. No siempre se obtendrán resultados garantizados, así que siempre cabe
el riesgo de no obtener lo que esperábamos. De cualquier forma, resulta
imposible aquello que no se intenta. Siempre estamos a tiempo para rectificar.
MPC
Coaching
mpccoachingcontacto@gmail.com
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