A menudo, consideramos que estar dotados de determinados recursos, por ejemplo para conducir grupos de trabajo, nos habilita para definir o decidir qué debe hacer el grupo. Sin embargo, esto no es así, el grupo no hará ninguna otra cosa que aquella que quiera hacer, resulta evidente que no si no quiere movilizarse para lograr el objetivo propuesto, simplemente no lo hará.
Afortunadamente, mi experiencia profesional me dice que el grupo, en prácticamente todos los casos, sí va a querer trabajar por el objetivo, lo que no quiere decir que, también a menudo, no se muestren presentes algunas dificultades, indicar un camino para superar esas dificultades, hacer descubrir al grupo sus posibilidades reales, esa sí es nuestra tarea.
Cada vez voy eligiendo con mayor frecuencia el término “dinamizar” para sintetizar mi tarea como Coach de grupos. El grupo posee una energía y una capacidad latente, mi tarea es hacer que pase de ese estado potencial a un estado real, dinamizar el estado “de posibilidad” para que se materialice, para que pase a un estado “de realidad” y para ello debo empezar por el principio.
El principio es escuchar al grupo, pasadas las presentaciones y las definiciones de la tarea a realizar, hay que dejar que las personas hablen, que muestren sus inquietudes, sus dudas e incluso sus incredulidades, haciendo esto, en definitiva nos estarán mostrando los posibles factores limitadores presentes. Hay, por tanto, que escuchar y escuchar activamente, escuchar para ayudar a transformar, cuando sea necesario, aquello que nos es mostrado.
Y aquí sí pondremos en juego nuestras habilidades, aclararemos y fijaremos el objetivo (o los objetivos) lo haremos de forma que el grupo comprenda que resultan alcanzables, modificaremos lo que sea preciso para que el grupo “haga suyo” el propósito del trabajo, mostraremos las diferencias habilitadoras respecto a situaciones negativas pasadas, también ayudaremos a que el grupo se reconozca como el mejor grupo posible para esa tarea, en suma utilizaremos lo que sabemos para hacer que el grupo pueda, realmente, firmar su propia alianza con el objetivo, la alianza que necesitamos para encarar la tarea.
Nuestra escucha debe servir también para algo más, y eso es para mostrar nuestra plena aceptación del grupo, que quiere decir también nuestra aceptación de las personas del grupo. El adagio nos lo dice con claridad: “no se transforma lo que no se acepta”. Al aceptar al grupo damos el primer paso para llegar a cumplir nuestra doble tarea, dinamizar al grupo para lograr su objetivo y colaborar en la transformación que cada persona debe llevar a cabo.
Escuchemos, entonces, para ayudar a transformar.
MPC Coaching
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