Vivimos en un mundo escéptico porque el ser humano ha perdido la fe en si mismo, pero una nueva era, un nuevo milenio nos acoge para comprender que solo cada uno de nosotros tiene el poder de modificar su propio destino. El cambio es posible, hay que aprender a escuchar nuestras emociones, dejar que el agua de nuestro cuerpo fluya limpia y transparente y no envenenarlas con las creencias irracionales, los perjuicios, los falsos valores que nos llevan a conductas negativas para nosotros mismos. El peor enemigo de cada uno de nosotros somos nosotros mismos, pero por ende, el mayor regalo que la vida nos ha ofrecido es nuestra conciencia, nuestra capacidad de emocionarnos y de adaptar y modificar nuestras actitudes.
A veces creo que estos axiomas solo estamos preparados para comprenderlos cuando tenemos nuestro corazón abierto: he visto a ejecutivos, amas de casa, oficinistas, maestros, funcionarios, desempleados, estudiantes, cambiar su vida. En mis charlas y talleres siempre pongo el ejemplo maravilloso que Saint Exupery relató en la introducción del principito: el hombre adulto ha dejado de ver mas allá de su racionalidad, solo ve la realidad racional, usa el 7% de su inteligencia para calcular algoritmos intelectuales que le hacen tener pegamientos concretos, racionales, empíricos, pero ha dejado de soñar.: solo ve el sombrero y nunca observa que detrás de el hay una boa que se ha zampado a un elefante.
Hemos olvidado a nuestro niño interior, que jamás nos ha abandonado. Nos hemos colocado en la posición de adulto o de padre, obviando los elementos emocionales y kinestesicos que tiene la vida: olores, sabores, temperaturas… dejarse llevar por nuestras emociones, darle un lugar preferente a nuestra inteligencia emocional para que no transmita la importancia de seguir los dictados de nuestras dudas, añoranzas, miedos, bienestar, sonrisas. Hay que reír, o mejor aun, sonreír, mirarnos al espejo con una sonrisa de oreja a oreja, entornar la paz interior asumiendo que somos seres infinitos y que podemos conseguir ser felices si verdaderamente nos lo proponemos.
Muchas veces preferimos caer en el victimismo, que no es lo mismo que ser victima, en el mendigar emociones y un trozo de beso en a gente que nos rodea, porque somos incapaces de besarnos y amarnos: nacemos y morimos solos, en un acto de humildad sin precedentes, el ser humano se funde en un sentimiento universal de llegar e irse en el ciclo de nuestra vida. Es verdad que pueden acompañarnos en el camino, ese será la siembra que hagamos durante nuestro viaje.
Amigo, amiga, no tienes limites, los limites te los impone tu limitante (miedos, el análisis nos lleva a la parálisis). Hay muchas estrategias para conseguir el cambio, para realizar en la vida lo que has venido a hacer, para dejar un legado a los pobladores de la tierra. Pero debemos pagar un precio alto en este viajo hasta nosotros mismos: nuestro pozo, que hemos ido llenando de cosas sin importancias, deben de ser abandonadas para priorizar aquello que merece la pena, gente, lugares situaciones, tenemos tiempo, todavía estamos a tiempo de ser felices con nosotros mismos…
Sigue los dictados de tus emociones, piensa positivamente, porque yo, te aseguro, que las palabras curan:
Déjate inundar, por el agua de las emociones.
MPC Coaching
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